sábado, 30 de abril de 2016

Lo que enseñas, lo aprendes.

En los años que trabajé dando clases de cerámica a los niños, aprendí muchas cosas con ellos. Al terminar el año lectivo quedaban piezas que ninguno reclamaba como propia, eran piezas de barro crudo que yo me encargaba de tirar. Eso fue el primer año, los siguientes se me ocurrió hacer un ejercicio con ellos que consistió en romper aquellas piezas, tirarlas contra el suelo, la acogida fue estupenda, tanto que el siguiente año me di cuenta de que algunos de manera consciente reservaban alguna pieza para tal evento. Las caras iluminadas de los niños al tener la oportunidad de romper sin ser reprendidos por ello, la libertad de practicar el desapego hacia lo material y también sentimental, fue algo que cambió mi manera de percibir este mundo, ellos lo disfrutaban y yo lo aprendí.

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